Como ya he explicado en otras partes de esta web mi intención como Corredor Payaso es hacer algo diferente, divertido y que nos entretenga a todos con un plus de solidaridad.
Por mi experiencia propia el no poder correr cuando uno quiere puede resultar bastante frustrante. Cuando una parte de tu vida desaparece o las circunstancias te obligan a tomar otro camino puedes enfadarte, deprimirte o seguir intentándolo. Gran parte de los corredores populares que he conocido son personas que corren por pasárselo bien pero también muchos buscan mantener un estado de salud aceptable. O directamente el médico les ha ordenado que empiecen a moverse para evitar posibles complicaciones.
La parte que más cuesta es tener fuerza de voluntad, salir aunque uno no quiera y esforzarse, a pesar de las limitaciones de cada uno. Y seguir entrenando, cada día, a pesar de los inconvenientes. Esa fuerza de voluntad e ilusión que vemos en personas como los papis de Amival no es, precisamente, lo más común en un un mundo en el que lo que más se destila es el la recompensa inmediata, el “like” continuo y el tener todo al alcance de la mano sin aparente esfuerzo.
Obviamente, el tema de correr con un disfraz, dificultades aparte, tiene una parte muy divertida (hacer reír a los demás, correr a tope con un atuendo diferente, ser el mejor en algo que en esencia una disciplina de lo más absurda…) y otra personal.
Lo primero es el correr con el disfraz de mi despedida de soltero y agradecerle a mi hermano Antonio las bromas y, aparte, la ayuda en esto de correr ya que puedo contar con sus fisioterapeutas de la Clínica Santosol que son los que me han ayudado a evitar las lesiones en estos años que he vuelto a correr.
El toque sentimental también tiene que ver con la cifra del récord que hice en Valencia: 2:42. Ese fue mi homenaje para un amigo de la juventud, Arturo García Alcoceba que falleció en 2014 y con el que compartí muchas experiencias. Una de ellas era nuestra afición por un grupo de música que se llama Front 242, una banda de música electrónica industrial que dio bastante que hablar en la época de los noventa.
Curiosamente, como el mundo es un pañuelo, su viuda, Silvia, es profesora de algunos de los hijos de los padres miembros de Amival, con lo que es un motivo extra, en lo personal, para apoyar a esta asociación.